SEFARAD – ESPAÑA

por YaakovBcn

Los sefardíes (del hebreo ספרדים españoles) son los descendientes de los judíos que vivieron en la Península Ibérica (España y Portugal) hasta 1492, y que están ligados a la cultura hispánica mediante la lengua y la tradición. Se calcula que en la actualidad, la comunidad sefardí alcanza los dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes de Israel, Francia, EE. UU. y Turquía. También en México y Sudamérica, principalmente en Argentina y Chile, llegaron judíos sefardíes que acompañaron a los conquistadores españoles y portugueses y así escaparon de las persecuciones en España. Desde la fundación del Estado de Israel, el término sefardí se ha usado frecuentemente para designar a todos aquellos judíos de origen distinto al askenazí (judíos de origen alemán, ruso o centroeuropeo). En esta clasificación se incluye a los judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen e incluso India, que no guardan ningún vínculo con la cultura hispánica que distingue a los sefardíes. La razón por la cual se utiliza el término indistintamente es por las grandes similitudes en el rito religioso y la pronunciación del hebreo que los sefardíes guardan con las poblaciones judías de los países antes mencionados, características que no se comparten con los judíos askenazíes. Por eso hoy en día se hace una tercera clasificación de la población judía, la de los mizrahim (del hebreo מזרחים ‘Oriente’), para garantizar que el término «sefardí» haga alusión exclusivamente a ese vínculo antiguo con la Península Ibérica. Los judíos desarrollaron prósperas comunidades en la mayor parte de las ciudades españolas. Destacan las comunidades de las ciudades de Toledo, Burgos, Sevilla, Córdoba, Jaén, Ávila, Granada, León, Segovia, Soria y Calahorra. En la Corona de Aragón, las comunidades (o Calls) de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia, Vitoria y Palma de Mallorca se encuentran entre las más prominentes. Algunas poblaciones, como Lucena, Hervás, Ribadavia, Ocaña y Guadalajara, se encontraban habitadas principalmente por judíos. De hecho, Lucena estuvo habitada exclusivamente por judíos durante siglos en la Edad Media.

En Portugal, de donde muchas ilustres familias sefardíes son originarias, se desarrollaron comunidades activas en las ciudades de Lisboa, Évora, Beja y en la región de Trás-os-Montes.

Las comunidades primitivas: Se tiene conocimiento de la existencia de comunidades judías en territorio español desde tiempos remotos. El hallazgo de evidencias arqueológicas lo confirman. Un anillo fenicio del siglo VII a. EC., hallado en Cádiz con inscripciones paleo-hebraicas y una ánfora, en la que aparecen dos símbolos hebreos del siglo I, encontrada en Ibiza, figuran entre las pruebas más contundentes de la presencia judía en la Península Ibérica. La presencia hebrea en el actual territorio español tuvo cierto incremento durante las Guerras Púnicas (218-202 a. EC.), durante las cuales Roma se apoderó de la Península Ibérica (Hispania), y se sabe con precisión que el incremento de la población judía se dio varios siglos después a raíz de la conquista de Jerusalén por el general romano Tito, bajo mandato del emperador Vespasiano (70 EC.). Se calcula que en España se asentaron, durante las primeras décadas de la Diáspora, alrededor de 80.000 personas procedentes de Israel. Este número aumentaría de manera considerable posteriormente. Igualmente, la presencia hebrea en España también se debió a la importación de esclavos por los romanos para diversas actividades.

A la caída del Imperio romano en 476 y tras la invasión de la península por tribus germánicas, como los visigodos, suevos y vándalos, sobreviene una época de dificultad para los hebreos que en ella vivían. Al sobrevenir la acepción del Cristianismo mal profesado como religión de los reinos bárbaros, y la instauración de la Iglesia Católica en España bajo el reinado de Recaredo (587 EC.), las comunidades judías pasan a ser dominadas completamente y se inicia una época de persecución, aislamiento y rechazo. Es en esta época donde comienzan a fraguarse las primeras aljamas y juderías de las ciudades españolas donde hubo grandes asentamientos hebreos.

Las difíciles condiciones en que se encontraban los judíos durante los Reinos Cristianos hicieron que éstos recibieran a los moros invasores como una fuerza liberadora. No es exagerado decir, por tanto, que la población judía de la península prestó ayuda a las huestes islámicas que venían de África.

El año 711 será recordado como la fecha en que se inicia la «Edad de Oro» de la judería española. La victoria del moro Táriq ibn Ziyad aseguraba un ambiente de mejor convivencia para los hebreos, ya que la mayor parte de los regímenes musulmanes de la Península Ibérica fueron bastante tolerantes en asuntos religiosos, aplicando la ley del impuesto a los dhimmi (judíos y cristianos, que junto con los mazdeítas eran considerados las gentes del libro) según lo estipulado en el Corán.

La comunidad judía española, durante esta época, fue la más grande, mejor organizada y más avanzada culturalmente gracias a las grandes libertades de que gozaba. Numerosos judíos de diversos países de Europa y de los dominios árabes se trasladaron a España, integrándose en la comunidad existente, y enriqueciéndola en todos los sentidos. Muchos de estos judíos adoptaron el idioma árabe y se desempeñaron en puestos de gobierno o en actividades comerciales y financieras. Esto facilitó enormemente la incorporación de la población judía a la cultura morisca, principalmente en el sur de España, donde los judíos ocuparon puestos importantes y llegaron a amasar considerables fortunas. La prohibición islámica que impide a los musulmanes dedicarse a actividades financieras, caso similar para los cristianos que consideraban la actividad como impía, hace que los judíos de la península absorban por completo las profesiones de tesoreros, recolectores de impuestos, cambistas y prestamistas.

Por lo tanto, es bajo el dominio del Islam cuando la cultura hebrea en la península alcanza su máximo esplendor. Protegidos, tanto por reyes cristianos como musulmanes, los judíos cultivan con éxito las artes y las ciencias, destacando claramente en Medicina, astronomía y matemáticas. Además, los estudios religiosos y la filosofía son quizás la más grande aportación. Algunos nombres destacan en tales áreas. El rabino cordobés Moshé ibn Maimón, conocido como Maimónides, se distingue sobre los demás por sus aportes al campo de la Medicina, y sobre todo en la filosofía. Sus obras, como la Guía de perplejos y los comentarios a la Teshuvot, ejercieron influencia considerable sobre algunos de los doctores de la iglesia, principalmente sobre Tomás de Aquino.

En el campo de la matemática, se les atribuye a los judíos la introducción y aplicación de la notación numeral indoarábiga a Europa Occidental. Azraquel de Sevilla realiza un estudio exhaustivo sobre la Teoría de Ecuaciones de Diofanto de Alejandría, mientras que Abenezra de Calahorra escribe sobre las peculiaridades de los dígitos (1-9) en su Sefer ha-Eshad, redacta un tratado de aritmética en su Sefer ha-Mispad y elabora unas tablas astronómicas. Años antes de la Reconquista, el converso Juan de Sevilla tradujo del árabe un volumen del álgebra de Mohammed al-Khwarismi que fue posteriormente usado por matemáticos como Nicolo di Tartaglia, Girolamo Cardano o Viète. En estilo morisco se construye la Sinagoga del Tránsito (o de Samuel Ha-Leví) en la ciudad de Toledo, exponente máximo de la arquitectura judía de ésta época, al igual que la de Córdoba.

La Reconquista paulatina de la Península Ibérica por parte de los Reinos Cristianos propició, de nueva cuenta, un ambiente de tensión con relación a los judíos, que siguieron desarrollando la mayoría de las actividades financieras. La situación resultó muy provechosa, para algunas familias inclusive, ya que alcanzaron prestigio y favor a los ojos de los reyes cristianos, conservando sus antiguos privilegios. Es interesante recalcar el hecho de que la Corona de Aragón protegió a muchas familias hebreas durante los años de la Reconquista, mientras que numerosas familias nobles catalanas y aragonesas emparentaron con frecuencia con los judíos, con el fin de incrementar fortunas o condonar deudas con sus acreedores hebreos.

La riqueza de la que eran dueños los judíos y su reciente entrada a las cortes cristianas, aunada a la ostentación de algunos, los hizo odiosos a los ojos del pueblo y de la jerarquía católica, que los consideraba crucificadores de Jesucristo e incluso practicantes de ritos satánicos. En algunas ciudades, los judíos eran acusados de envenenar los pozos, secuestrar niños para beber su sangre o de querer, en contubernio con la nobleza, convertir a la población al judaísmo. Esto, en algunos casos, ocasionó violentas persecuciones antisemitas, intrusiones y matanzas en las juderías, e incluso expulsión de las ciudades.

El proceso de la Reconquista implicaba la uniformidad religiosa para poder asegurar una verdadera unidad política y social. La unidad política, mediante el matrimonio de los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, llevó a la solicitud del establecimiento en España del Tribunal del Santo Oficio, mejor conocido como la Inquisición. En el año de 1478, el Papa Sixto V aprobó su establecimiento en la Península Ibérica y en sus posesiones del Mediterráneo. Como primer Inquisidor General, se nombró al dominico Tomás de Torquemada, confesor personal de la reina de Castilla y hombre fundamental en la expulsión de los judíos de España.

Torquemada, ferviente enemigo de la presencia judía en la península, propuso varias veces a los Reyes Católicos considerar la expulsión de los hebreos de España, moción que encontró oposición en el rey Fernando, quien tenía intereses y negocios con muchas familias judías aragonesas, tales como las familias Cavallería y Santangel, quienes en parte financiaron la expedición que llevaría a Cristóbal Colón a descubrir América. Incluso numerosos historiadores, como Benzion Netanyahu y Henry Charles Lea, aseguran que la madre de Fernando II de Aragón, Juana Enríquez, y por lo tanto él mismo, descendían de judíos convertidos al catolicismo en el siglo XIV.

Fuentes históricas citan la labor de convencimiento que Torquemada hizo al rey católico. El Inquisidor entró durante una audiencia que sostenía Fernando de Aragón con los sefardíes, con un crucifijo en la mano y arrodillándose ante el rey pronunció: Judas Iscariote traicionó a Cristo por treinta denarios, y vosotros queréis ahora venderlo por treinta mil. Aquí está él, tomadlo y vendedlo.
Tras la toma de la ciudad de Granada, en manos del caudillo moro Boabdil, en 1492, se firma el Edicto de la Alhambra en el que se pide, o la conversión de los judíos españoles al cristianismo, o su salida definitiva del territorio en un plazo de tres meses. Famosa es la intervención de un judío ilustrísimo y de familia noble, tesorero personal de los Reyes Católicos, Don Isaac Abravanel, quien les solicitó la reconsideración de tal disposición. Los Reyes Católicos ofrecieron a Abravanel y a su familia garantías y protección. Sin embargo, salió junto con sus compatriotas al exilio. Abravanel se cuenta hoy entre los nombres de quienes gestionaron el apoyo financiero a la expedición de Cristóbal Colón.

La salida de los judíos comenzó en poco tiempo. En todas las ciudades de España, las aljamas quedaron desocupadas. Un cronista de la época, Andrés Bernáldez, describía así la salida de los judíos de la ciudad de Zaragoza: Salieron de las tierras de sus nacimientos chicos y grandes, viejos y niños, a pie y caballeros en asnos y otras bestias y en carretas, y continuaron sus viajes cada uno a los puertos que habian de ir, e iban por los caminos y campos por donde iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos y siempre por do iban los convidaban al bautismo, y algunos con la cuita se convertían y quedaban, pero muy pocos, y los rabinos los iban esforzando y hacían cantar a las mujeres y mancebos y tañer panderos y adufos para alegrar la gente, y asi salieron de Castilla. Serían necesarios 500 años para poder volver a hablar de una experiencia judía en España.

Los sefardíes se repartieron entonces por varios países. Algunos se establecieron en el sur de Francia, en las ciudades de Bayona y San Juan de Luz. Otros fueron a Portugal primero, de donde no fueron expulsados sino convertidos al cristianismo, a diferencia de los que habitaban en las coronas españolas, dirigiéndose una proporción de hebreos a países como Holanda y las ciudades hanseáticas del norte de Alemania, como Bremen o Hamburgo. Algunos más se esparcieron en los reinos moros de Marruecos o incluso Siria, mientras que una pequeña fracción de ellos se establecieron en países como Dinamarca, Suiza o Italia. Muchos sefardíes permanecieron en España bajo una supuesta apariencia cristiana (marranos) y posteriormente se trasladaron a algunas islas del Caribe, como Jamaica, o incluso a Brasil, Perú y México, donde muchos de ellos participaron en las campañas conquistadoras y expansionistas de España y Portugal.

Sin embargo, la gran mayoría de los sefardíes serían recibidos en el Imperio otomano, que a la sazón estaba en su máximo apogeo. El sultán Bayaceto II permitió el establecimiento de los judíos en todos los dominios de su imperio, enviando navíos de la flota otomana a los puertos españoles y recibiendo a algunos de ellos personalmente en los muelles de Estambul, como consta una pintura del ilustrador Mevlut Akyıldız. Es famosa su frase: Gönderenler kaybeder, ben kazanırım – Aquellos que les mandan pierden, yo gano.

Los sefardíes establecieron cuatro comunidades en el Imperio otomano, por mucho, más grandes que cualquiera de las de España, siendo las dos mayores la de Salónica y la de Estambul, mientras que la de Esmirna, en Turquía, y la de Safed, en Israel, fueron de menor tamaño. Sin embargo, los sefardíes se establecieron en casi todas las ciudades importantes del imperio, fundando comunidades en Sarajevo (Bosnia), Belgrado (Serbia), Monastir (República de Macedonia), Sofía y Russe (Bulgaria), Bucarest (Rumanía), Alejandría (Egipto) y Edirne, Çanakkale, Tekirdağ y Bursa en la actual Turquía.

Los judíos españoles rara vez se mezclaron con la población autóctona de los sitios donde se establecieron, ya que la mayor parte de éstos eran gente educada y de mejor nivel social que los lugareños, situación que les permitió conservar intactas todas sus tradiciones y, mucho más importante aún, el idioma. Los sefardíes continuaron, durante casi cinco siglos, hablando el castellano antiguo, mejor conocido hoy como judeoespañol que trajeron consigo de España, a diferencia de los sefardíes que se asentaron en países como Holanda o Inglaterra. Su habilidad en los negocios, las finanzas y el comercio les permitió alcanzar, en la mayoría de los casos, niveles de vida altos e incluso mantener su estatus de privilegio en las cortes otomanas.

La comunidad hebrea de Estambul mantuvo siempre relaciones comerciales con el Diván (órgano gubernamental otomano) y con el sultán mismo, quien incluso admitió a varias mujeres sefardíes en su harén. Algunas de las familias sefardíes más prominentes de la ciudad financiaban las campañas del ejército otomano y muchos de ellos ganaron posiciones privilegiadas como oficiales de alto rango. Los sefardíes vivieron en paz por un lapso de 400 años, hasta que Europa comenzó a librar sus dos Guerras Mundiales, con el consiguiente colapso de los antiguos imperios y el surgimiento de nuevas naciones.

La amistad y las excelentes relaciones que los sefardíes tuvieron con los turcos persiste aún a la fecha. Un prudente refrán sefardí, que hace alusión a no confiar en nada, prueba las buenas condiciones de esta relación: Turko no aharva a cidyó, ¿i si le aharvó? (Un turco no golpea a un judío, ¿y si en verdad lo golpeó?).

5 comentarios to “SEFARAD – ESPAÑA”

  1. ¡¡¡Gracias!!! espero seguir aportando un poquito mas de conocimiento de la historia a este blog maravilloso.

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  2. Me gustaría que los sefardis volvieran a España y formaran comunidades tan prósperas como antaño.
    Creo que sería un punto de equilibrio en estos momentos dificiles y que aportarian a nuestra sociedad sus conocimientos milenarios que no ayudarian a ser mas prosperos, todo dentro deun clima de tolerancia y respeto.

    Asi lo pienso
    JP

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  3. YO SOLO QUIERO SABER SI ME DARAN LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA Y DE AHI A ISRAEL.

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  4. porque que alguien me explique, porque no me llamaron huchilopstli? o cacamatzin??? y por que mi abuela materna y la paterna eran blanca muy blancas y por que yo tuve hermanos de ojos verdes y hermanas rubias guapas y blanquisimas? y por ultimo y por eso lo exijo!!! por que mi hija nacio PELIROJA???????????????????????????? YA POR FAVOR YA!

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