Como si de una segunda parte de Holocausto Caníbal se tratase, llega hasta nosotros la noticia de que en algunas tribus del cono sur americano, padres desnaturalizados asesinan a sus hijos enterrándolos vivos.
Somos civilizados, y es nuestra responsabilidad aplicar soluciones. Las hay, aunque muchos las tilden irresponsablemente de «fascistas» o de «irrespetuosas con las tradiciones culturales». Pero si una familia tiene el máximo de hijos que puede mantener, y tiene más que seguidamente sacrifican, es de justicia proceder a aplicar medidas de esterilización como la vasectomía. Yo mismo, en su momento, cuando aún no había iniciado mi camino en el judaísmo, me sometí a dicha operación como un acto de responsabilidad ante la imposibilidad de atender debidamente a nuevos hijos que pudiese tener.
Traer un hijo al mundo es uno de los actos más sublimes que puede llevar a cabo un matrimonio. Pero engendrar un hijo por falta de medidas y de sensatez para después asesinarlo, antepone unos derechos (derecho a una vida digna) a otros personales (capacidad de fecundación)
Un vídeo demoledor.
Esto no merece respeto y debería ser combatido con medios razonables.