
Con este título inicio uno de los artículos que más desagrado me han causado desde que tengo la fortuna de publicar en esta página.
No por lo que voy a escribir, sino por el motivo que me obliga a ello. Y es ni más ni menos que la injerencia de grupos de comunicación israelíes en la política de un pueblo soberano como es el español.
España es un país con una multiculturalidad muy rica, por sí misma. Desde la honrada cerrazón del noble gallego, hasta el jolgorio gaditano, pasando por el cariñoso empecinamiento de los maños, la alegre camaradería de las gentes de Murcia, el ascetismo del alma soriana, la sincera amistad astur, y el orgullo (a veces desmedido, pero no falto de motivo) de las gentes de nuestra capital, Madrid.
Y pasando por la laboriosidad de los labriegos de los campos de Castilla, y la febril actividad de las ciudades industriosas como Valencia, Bilbao o Barcelona.
¡Y los vascos, que no me olvido de ellos…! Gentes nobles y amantes del buen yantar y de la buena amistad. No en vano tuve la fortuna, la gran fortuna, de dedicar dieciocho años de mi vida laboral a una empresa vasca, de Beasain, en el valle del Goierri, cuna del euskera más puro. Gentes que en absoluto están de acuerdo, en su mayoría, con el bastardo sonido de los disparos asesinos que, como sucedió en esta citada localidad, Beasain, acabaron con la vida de una madre que se había reincorporado a su trabajo como ertzaina tras dar a luz. Su criminal asesino puede estar orgulloso de haber privado de su madre a una criatura de tan sólo un mes de vida.
España es rica. España es multicultural. España es una simbiosis de personas que deberían haber sumado esfuerzos en aras de levantar a su país hasta las más altas cotas de progreso. A punto estuvimos de ello, cuando gobiernos sensatos dirigieron nuestro rumbo. Pero los atentados del 11M, atentados aparentemente islamistas pero tras los que se escondían las cloacas del partido (mejor dicho, mafia) socialista, ese brutal asesinato de casi doscientas personas truncó esa posibilidad de salir del pozo de miseria secular en el que siempre ha estado metido este noble país.
Y por supuesto, como en toda comunidad de personas, también existe la maldad. La maldad de gentes de mal vivir ansiosas de poder. Gentes de espíritu totalitario y de alma negra, empecinadas en alcanzar un dominio absoluto de aquello que tienen a su alcance.
Hace treinta años, los “progres” hablaban de romper fronteras, de alcanzar una hermosa fraternidad universal, sin distinciones de ningún tipo. Sin embargo, hoy en día, esos mismos lacayos de la gula, la avaricia y la pereza han transmutado su discurso en uno de corte separatista, excluyente, opresor, discriminatorio, y sobre todo insolidario.
Tengo amigos catalanes. Excelentes amigos catalanes. Tengo un gran amigo mallorquín, y habla el tal mallorquín que al fin y al cabo no es más que otra de las diferentes ramas en las que se derivó y transformó el primitivo latín. Y sé que son buenos de alma. Que hablan catalán entre ellos porque es lo que se hablaba en sus casas. Y entre nosotros hablamos son problemas… ¡¡Nunca ha habido problema de lenguas en España, mientras estas no han servido a la causa del separatismo…!!
Yo no soy ni catalán, ni gallego, ni camerunés. Yo soy de Burjassot, que es el pueblo al que me fui a vivir con cuatro años y en el que mi vida se forjó día a día. Y también soy valenciano, pero porque Burjassot está en Valencia. Y soy español, porque Valencia está en España.
Creo en la unidad entre las personas de bien, en una tarea común para crecer todos juntos, ayudando al que no puede escalar los peldaños del progreso, siendo solidario con él para que el final todos juntos estemos en la cúspide en el que en nuestro país exista una sincera y verdadera justicia social.
Por eso me ha dolido tantísimo en el alma la imagen que ilustra este artículo. Por eso me he sentido traicionado, pero yo sabía que algo existía detrás de todo esto. Pensé en un primer momento en una manifestación de apoyo a Israel que pudiese haberse visto contaminada por la presencia de banderas independentistas catalanas… al fin y al cabo muchos de los que defienden esa tesis separatista no son sino buenas gentes engañadas por maliciosos políticos que aspiran a coronas doradas que aumenten aún más su ya gran poder.
Pero no… parece ser que un maldito medio israelí llamado Haaretz ha puesto toda su maquinaria informativa a trabajar en defensa del criminal separatismo de unos pocos exaltados, violentos, arbitrarios, opresores y, en el fondo, asesinos.
Un medio que por lo que se dice es un medio “izquierdista”. Ya hemos dado con la guinda de todo este asunto. La famosa “conspiración judeomasónica”, que de judía tenía muy poco, mejor dicho nada, pero de manipuladora e interesada muy mucho. Fieles a la estúpida línea de una ideología que ha demostrado su incapacidad de generar nada bueno, abandonando la línea de luchar y ayudar a los más desfavorecidos en contra de las malas artes del capitalismo más salvaje e inhumano, la izquierda se ha embarcado de lleno en el apoyo de las locuras separatistas de unos pocos. Y en España, además, en el patrocinio de las más viscerales políticas antisemitas y de apoyo al islamismo más salvaje. Pero de esto último parece ser que los mequetrefes del Haaretz no tienen ni puñetera idea.
El texto de dicha noticia puede leerse en este link: http://www.alertadigital.com/2012/10/01/los-judios-contra-espana-israel-apuesta-por-una-cataluna-independiente-y-lopez-tena-habla-ya-de-relaciones-amigables-entre-los-dos-estados/
Me dijo hace pocas semanas una señorita de la embajada de Israel en España que el antisemitismo no es un problema de Israel ni de los judíos, sino de la sociedad española. Cruel estupidez. El antisemitismo es un problema que ataca de base al pueblo de Israel, a Am Israel. Es un estado larvado y latente en el que unos pocos pueden ser capaces de dominar voluntades de gentes faltas de criterio. Y hay que luchar contra él con todos los medios a nuestro alcance. Es OBLIGACIÓN del gobierno de Israel acometer esa lucha, porque si no es con su ayuda la batalla está perdida.
Y este tipo de artículos que suponen una injerencia injustificada e inadmisible en la política interior de un país soberano como es España no tienen disculpa. Y deben ser denunciados. Y se deben tomar contra publicaciones como ese panfleto del Haaretz todas las medidas que permita el ordenamiento legal.
No sólo suponen un golpe en la línea de flotación de un gobierno que está llevando un timón en un momento dificilísimo para todo el mundo, más allá de nuestras fronteras. Suponen una identificación absolutamente equívoca sobre la realidad de Israel con respecto al problema del separatismo asesino de unos cuantos de miles de catalanes viscerales, incultos, ignorantes y pendencieros, movidos y dirigidos por una élite criminal como la que gobierna en ese gobierno autonómico que ha excedido desde hace muchos años ya los límites razonables de la organización ejecutiva del poder regional a que da derecho la Constitución Española.
Cataluña ha sido, es y será España mal que pese a cuatro malnacidos empecinados en alcanzar un poder absoluto e independiente que les permita llevar a la práctica sus criminales políticas. Los catalanes son, por mucho que digan, los españoles que más duramente son castigados por los gobernantes que dirigen esa comunidad. La atención hospitalaria es absolutamente nefasta, en muchos casos enfermos que acuden a los centros de urgencias con complicaciones vitales críticas pierden su vida porque por los recortes resulta que a partir de las cuatro de la tarde no existe en el centro un cardiólogo que pueda salvarles. Las autovías, absolutamente privatizadas en manos de unos elegidos a los que hay que pagar para ir de un lado a otro. Concesiones que hace años deberían haberse retirado, liberalizando la libre circulación, se han prorrogado con oscuros intereses y brillantes compensaciones económicas. Como bien dijo un político catalán de alto nivel, Pascual Maragall, el problema no es otro que el tres por ciento de algunos políticos … la corrupción, el robo, el tráfico de influencias, el totalitarismo.
Y son esos los que persiguen una independencia que sólo servirá para que no exista un gobierno central que les pare los pies. Una nueva república bananera a las faldas del Monserrat en la que un nuevo amanecer iluminará un futuro negro y distante para muchos, pero brillante para unos pocos que hasta el día de hoy han hecho mucho ruido pero que en absoluto representan a la sociedad catalana, noble, digna y de su tierra. Como yo lo soy de mi muy querido Burjassot.
Señor Artur Mas, señores del Haaretz… váyanse a tomar viento, pero muy lejos de nosotros. Déjenos en paz. Cómprense una isla desierta con todo lo que han robado a los catalanes, e instauren allí su reino.
Pero a mi España no me la toquen. Porque si la tocan, me están tocando algo que me molesta mucho que me toquen.
El gobierno israelí debe desmarcarse inmediata y absolutamente de las barbaridades vertidas por ese medio que tan criminalmente ha inmiscuido la imagen de Israel, para mal, para muy mal, en la vida política española.