Mi Enfoque #318 Mayo 7, 2010, por David Mandel
Un famoso judío antisionista
Leon Trotzky.
«¿Hay alguna otra gente en la tierra que esté tan emocionalmente confusa que considera que todo lo que hace su nación merece desprecio y oprobio, mientras que cada asesinato, violación, robo, cometido por sus enemigos les llena sus corazones con admiración y los deja pasmados?»
Berl Katznelson, líder sionista de la década de los 30
Hace años, en los subways de Nueva York un fabricante de rye bread (pan de centeno) había colocado carteles de publicidad, donde se veía, por ejemplo, a un esquimal, comiendo el pan, y abajo estaba escrito, You don’t have to be Jewish to like it, (No tienes que ser judío para que te guste).
Hoy podríamos colocar carteles en las universidades de Israel y del mundo con la frase You can be Jewish and hate Jews, (Puedes ser judío y odiar a los judíos). Ser judío, o hijo de judío, no es un obstáculo para ser antisemita. Al contrario, no hay peor antisemita que un antisemita judío. Ni hay peor antisionista que un antisionista judío, aún si ha nacido y/o vive en Israel. Y esto no es nada nuevo. En España, desde los siglos 13 al 15, los que más perseguían y se ensañaban con los judíos, eran los judíos renegados y apostatas. Hoy, los que lideran la campaña contra Israel, acusándolo de ser un país apartheid, neo-nazi, genocida, criminal de guerra, colonialista, ilegítimo, sin derecho a existir, son judíos, incluyendo israelíes y ex-israelíes. Algunos de ellos llegan al extremo de negar el Holocausto y justificar a Hitler.
Las universidades de Israel están llenas de académicos antisionistas que difunden sus ideas y no tienen reparos en usar la presión y la amenaza de malas calificaciones para forzar a sus estudiantes a seguir en sus pasos. Abogan por la liquidación del estado de Israel y su reemplazo por un estado único con mayoría árabe. Escriben libros y artículos pidiendo que Israel sea boicoteado, incluyendo las instituciones que les pagan su sueldo. Entienden, simpatizan y justifican las atrocidades que los palestinos han cometido contra civiles israelíes. Para ellos «no hay israelí bueno ni palestino malo».
Uzi Silber, en su artículo The Jew Flu: The strange illness of Jewish anti-Semitism» (La gripe judía: la extraña enfermedad del judío antisemita), escribió que el judío antisemita «siente más el dolor de los miembros de un grupo ajeno que el dolor de su propio grupo, sentimiento que se metatiza en forma maligna en una identificación moral y emocional con gente cuyo objetivo es exterminar al judío».
Es común acusarlos de self hate (odio a si mismos), pero es un error ya que generalmente esa gente está muy complacida consigo misma, es narcisista, y si sufre de un complejo, es del complejo de superioridad. Hacen gala de ser ellos «los verdaderos representantes de la ética judía», y se enorgullecen de ser mencionados por antisemitas no judíos como ejemplo de «hasta esos judíos piensan como nosotros».
A quienes ellos en verdad odian son a los otros judíos y al estado judío, impulsados por sus convicciones ultra izquierdistas, su identificación con los palestinos, y su deseo de ser aceptados en un mundo donde hay poca simpatía a los judíos. Es una variación del síndrome de Estocolmo, identificándose con los enemigos de los judíos.
Los judíos hoy, al igual que los judíos desde la época bíblica, luchan por su existencia. Los judíos antisemitas son una quinta columna que amenaza la supervivencia de Israel y de las comunidades judías del mundo.