En lo personal, me enfurece mucho que Bibi justamente haya accedido a la más horripilante, inmoral, injusta e inconveniente de las tres precondiciones palestinas para retomar el diálogo de “paz”. Aceptar un congelamiento de la construcción en los asentamientos hubiera sido una opción temporal, reversible y mucho más aceptable (tanto interna como externamente) antes que liberar asesinos convictos. Bennett acaba de afirmar que nunca se le presentó la oportunidad a su partido de aceptar entre un congelamiento o la liberación de prisioneros, sino que se le comunicó la decisión del gobierno a último momento. A lo mejor fue un acuerdo entre Netanyahu y Kerry. De cualquier forma, Abbas sigue difamando a Israel a los cuatro vientos y pidiendo un boicot ante cualquier gobierno que visita. La violencia en los territorios sigue en alza, incluyendo tres israelíes muertos y otros heridos desde que se reiniciaron las conversaciones. Ante este panorama, uno se pregunta qué gana Israel con la reanudación de las conversaciones de “paz” con la Autoridad Palestina.
Este es el peligro que conlleva dejar vivos a los asesinos de israelíes (en cambio si se tratara de negociar con los cadáveres de esos repugnantes asesinos, no me molestaría demasiado). Y no es un error solo de este gobierno, sino de los anteriores y el sistema judicial israelí. Deberían condenar a la pena capital a cualquier terrorista que tenga las manos manchadas de sangre. La cárcel debe ser para delitos menores, no asesinos de gente inocente. Y si no se puede hacer por las vías legales, que se tome la decisión militar de llevar a cabo eliminaciones selectivas contra cualquier persona (aunque sea un simple “perejil”) que haya asesinado, no solo contra jerarcas terroristas del nivel de Yassin o Jabari. Incluso la Corte Suprema israelí determinó en diciembre del 2006 que son legales las eliminaciones selectivas.
Un resumen de la clase de gentuza que Israel está por liberar y los palestinos veneran como “héroes”.