

José Manuel Laureiro y Anun Barriuso, académicos y judeoconversos.
José Manuel Laureiro, de 60 años, viene de una familia republicana. Su padre luchó en la Resistencia en Francia. Cuando en el Madrid de los 60 decían en su casa aquello de «nosotros y ellos», el pequeño José Manuel lo asociaba con republicanos y franquistas.
SAL EMERGUI
A los 12 años, se dio cuenta que estaba equivocado. Era la primera semana de junio en 1967. Un verano más en la España franquista. La televisión mostraba imágenes de la guerra entre Israel y varios países árabes. El chaval comentó: «Van echar a los judíos al mar». Su abuelo, con fama de pacifico y pacificador, le propinó un bofetón que aún resuena en la cara y alma del nieto.
«¿Estás loco? No quiero hablar contigo», recriminó al estupefacto niño que sólo había repetido lo escuchado en la tele sobre el lejano conflicto. Al parecer no tan lejano, ya que su abuelo volvió a mirarle para soltar la frase-bomba que sacudió los cimientos de su identidad: «Nosotros somos judíos y debemos ayudar para que eso no ocurra». Eso sí, le pidió mantenerlo en secreto.
Fue cuando entendió la frase «nosotros y ellos». Y las visitas a sus «primos» en Madrid pese a que lucían otro apellido. Ese día, recogió el secreto familiar tan bien guardado durante más de 500 años y empezó a componer el puzle.
Décadas después y ya con barba, Laureiro sigue inmerso en el puzle personal e histórico. Una exploración de estudioso y objeto del estudio. Como criptojudío, marrano (del portugués marrar, equivocarse, usado de forma despectiva) o hijo de anusim que es el término en hebreo. Descendiente de los judíos que practicaron su religión en secreto tras ser obligados a convertirse al cristianismo en la Inquisición. Prueba de carne y hueso del fracasado intento de borrar todo rastro judío forzando su expulsión o conversión.
Hijos de la Inquisición
Conversamos con Laureiro en la ciudad israelí de Netanya, al norte de Tel Aviv. En calidad de criptojudío e investigador, participa en la conferencia internacional que ha reunido a 300 académicos y descendientes de aquellos judíos de España y Portugal que se desperdigaron por todo el mundo con su identidad oculta en el salón.
Los hijos de la Inquisición piden paso. Rompen cinco siglos de silencio. «En la ponencia sólo puedo hablar en español porque sobre anusim hablo con el corazón. La faceta académica se aparca», comenta en el Centro de Estudios del Judaísmo de Sefarad de la Academia de Netanya. Se escucha inglés, italiano o hebreo pero sólo el español provoca la auténtica sensación de vuelta a casa.
A su lado, Anun Barriuso asiente con la cabeza. Esta profesora en Madrid es su compañera de vida y viaje por las ramas de un árbol genealógico que desciende al fuego de la era inquisidora. De niña, también se sintió diferente. Ni mejor ni peor, puntualiza. Su casa en la localidad cántabra de Reinosa era especial. En esta zona industrial, su hogar era un vibrante centro cultural lleno de libros y solfeos. Por eso, sus amigas siempre la visitaban.
«Era muy diferente a las otras niñas. Por ejemplo, mi madre y abuela se reunían para preparar alimentos sefardíes, dulces, orejuelas, torrijas…», cuenta con nostalgia. Su bisabuela reunía a los nietos en el pueblo de Villanueva del Campo y les contaba las historias del Antiguo Testamento. Nunca del Nuevo. Tenía sus motivos.
Cuando supo que sus antepasados eran judíos, no le dio mucha importancia. Quizá porque era una familia católica practicante que incluía varios clérigos.
Regreso a las raíces
Laureiro cuenta cómo la madre de Barriuso siguió con emoción el regreso a las raíces. Ver en la vida de otros lo que ella deseaba aunque temía. Así, cuando la emisora «Radio Sefarad» invitó a la pareja a una entrevista en su sede en Madrid, pidió acompañarles. A sus 92 años, dijo que quería ver una radio desde dentro. Pero el motivo no era la Radio sino Sefarad.
«En el programa hablamos de una judería que habíamos visitado. La madre de Anun estaba emocionada pero nos preguntó preocupada: «¿No pasa nada si habláis de esto?». Según denuncia el matrimonio, «su pregunta nace del miedo ancestral de un país antisemita. Aunque apenas haya judíos».
El director del «Centro de Estudios de Judaísmo de Sefarad y Anusim» en Netanya, Salomón Buzaglo, señala a este diario que «hay muchos españoles que no saben aún que tienen raíces judías». En este sentido, en los últimos años se han publicado varios trabajos sobre los orígenes judíos de Miguel de Cervantes. El autor de Don Quijote de la Mancha no está solo.
«Desgraciadamente, la juventud israelí desconoce el fenómeno contemporáneo de los judeoconversos. Las autoridades de Israel deben apoyarnos para profundizar el estudio y conocer las raíces judías en Sefarad», añade.

Doreen Carvajal, norteamericana con profundas raíces sefardíes.
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