

El corazón
La gente suele referirse a Jerusalem como la capital espiritual del mundo. No hay duda de que allí existe una fuerza especial, y cada persona la siente de una forma distinta.
Esa fuerza que la gente siente en Jerusalem es la raíz espiritual de la ciudad. Y a pesar de todas las guerras que ha sufrido, esa fuerza es una fuerza de amor.
La verdadera Jerusalem no se encuentra en las piedras o en las calles de la ciudad. Únicamente puede sentirse dentro de un corazón corregido, un corazón que ha pasado del odio sin razón al amor por los demás.
La muralla
La muralla rodea la ciudad para protegerla. El concepto de la Jerusalem espiritual simboliza el corazón corregido, lleno de amor. Cuando hayamos corregido nuestro corazón para ser como Jerusalem, será preciso preservarlo de los pensamientos egoístas: como si construyéramos una muralla alrededor de nuestros buenos pensamientos para protegerlos. Primero debe construirse esa muralla, y una vez que la tengamos, podremos construir la ciudad entre sus muros protectores.
Las puertas de la ciudad
En la espiritualidad, las puertas de la ciudad son invisibles. Solamente hay una muralla. Sin embargo, cuando hayamos alcanzado ciertas condiciones para la corrección de nuestros deseos egoístas, aparece una puerta; y podemos entrar.
Hay diferentes puertas, que representan las distintas condiciones que uno tiene que cumplir. No obstante, todas estas condiciones son aspectos de otorgamiento y amor a los demás. Y dependiendo de la determinada condición que uno haya cumplido, se abre una determinada puerta en la muralla.
Guerra
Hoy en día, hay destrucción en nuestro corazón. Contemplemos el mundo que nos rodea: está roto en pedazos por la guerra y el sufrimiento que provoca nuestro egoísmo. Ocurre lo mismo con Jerusalem. Con tanto egoísmo, ¿cómo puede el amor puro –el atributo de Jerusalem– despertar de repente? La guerra por Jerusalem continuará hasta que el amor conquiste los corazones de todo el mundo. La guerra por Jerusalem es una guerra espiritual, y la guerra física que tiene lugar ahí sucede porque evitamos librar la verdadera batalla: la guerra contra nuestro propio egocentrismo.
El templo
El templo es el lugar donde se concentran las fuerzas espirituales. Es símbolo de los atributos de la santidad: el amor y el otorgamiento. La gente deseaba llegar hasta allí con el fin de conectar la egocéntrica vida corpórea con la vida espiritual del amor por los demás.
Las personas solían traer al templo ofrendas de todo lo que hacían para simbolizar su deseo de santificar sus acciones, de hacerlas altruistas. Las ofrendas representaban las intenciones que había en su corazón.
Destrucción
La destrucción del templo simboliza la destrucción de la santidad, los atributos de amor y otorgamiento. Desde entonces, estos atributos han desaparecido de Jerusalem. Ahora debemos empezar a reconstruirlos y llevar a todo el mundo hacia la corrección. Entonces, Jerusalem será de nuevo el corazón sagrado del mundo.
En una ocasión, cuando estuve en los EE.UU., pasé el día de Shabat en un pequeño pueblo llamado Jackson, al norte del país. Estaba alojado en un motel y me senté en el césped con un hombre alemán que se alojaba en la habitación contigua a la mía. Sus manos parecían revelar que se trataba de un hombre sencillo, de clase obrera. Se dio cuenta de inmediato que yo era judío y me preguntó de dónde venía. Cuando le dije que venía de Israel, de manera circunspecta y con dolor, formuló una única pregunta: “¿Por qué no estás construyendo el templo?” Yo le respondí: “¿Cómo es posible construir un templo cuando hay destrucción en nuestros corazones?”. Él comprendió y dijo: “Empecemos entonces por ahí”.
Una plegaria
Ciertamente: empecemos con el corazón, y pidamos la corrección de nuestros deseos egoístas. El acto de pedir la corrección recibe el nombre de “plegaria”. Una plegaria no es un texto sacado de un libro de oraciones; una plegaria es lo que está escrito en nuestros corazones: una petición de corrección.
Solamente hay una plegaria: Tefilat Rabim (la plegaria colectiva). Y eso significa que la oración debe ser por el bien de todos, para conectar con todo el mundo como un solo cuerpo, como un solo hombre con un solo corazón; un inmenso corazón que contenga a toda la humanidad. Vamos a tratar de reconstruir la ciudad de Jerusalem dentro de nosotros. Esa será la verdadera reconstrucción del Templo, la verdadera reconstrucción de Jerusalem.
Fuente: Michael Laitman
Profesor de ontología, Doctor en filosofía y cabalá y Licenciado en biocibernética médica. Fundador y presidente del instituto ARI. Imparte diariamente lecciones de Cabalá a una audiencia aproximada de 2 millones de personas de todo el mundo, con traducción simultánea a distintos idiomas, entre ellos: inglés, alemán, italiano, ruso, francés, turco y castellano. Al día de hoy se han publicado más de 40 libros, traducidos a 35 idiomas. Entre sus obras se encuentran: “Como un manojo de cañas”, “La guía para el nuevo mundo” y “La psicología de la sociedad integral” entre muchos más.
