CORRUPCION GENERALIZADA, MALVERSACION, DESPILFARRO Y PICARESCA EN EL ENTE TERRORISTA “AUTORIDAD PALESTINA”
Para disimular los efectos del envejecimiento en el politburo de la Autoridad “Palestina” al objeto de aparecer en un programa de la televisión “palestina” al terrorista de profesión y, en sus ratos libres, presidente de la A.P. de afición, no se le ocurrió otra cosa que contratar un prestigioso maquillador internacional.
El caso es que la gracieta les costo a los “palestinos” un salario de 12.000 dolares al mes.
Bueno, mas que a los “palestinos” a los contribuyentes europeos.
Todo sea por salir guapete y lozano en los telediarios.
Este es un ejemplo de despilfarro que aparece en el artículo de “The Economist”.
Hay otros ejemplos, como cuando un asesor de Abbas escribió una carta al ministro de relaciones exteriores de Bahrein pidiendole 4 millones de dolares para construir un lujoso complejo de viviendas para funcionarios.
Tres años despues de los acuerdos de Oslo, los auditores llegaron a la conclusión de que casi el 40% del presupuesto de la A.P. se había malgastado. Para el año 2006, según el propio fiscal general de la Autoridad Palestina, los funcionarios habían malversado unos $ 700 millones.
Un grupo de control local, Aman, afirma que la hinchada nómina del sector público incluye un número desconocido de “empleados fantasmas” cuyos salarios llenan los bolsillos de administradores y ministros. Tambien hay empresas fantasmas, como una empresa conjunta palestino-italiana que costo millones de dolares para construir una fábrica de tubos que solo existío en el papel.
Preguntados cual es el problema mas grave en su sociedad, el 24% de los palestinos dicen que es la corrupción, sólo ligeramente por debajo del 28% que apunta a la ocupación israelí. Cuatro quintas partes creen que sus líderes son corruptos. Una nueva encuesta encontró que, por primera vez, más de la mitad de ellos quieren disolver la autoridad por completo. “Una mayoría cree que se ha convertido en una carga”, dijo Khalil Shikaki, que llevó a cabo la encuesta.
Fuente: The Economist