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septiembre 6, 2008

Epidemia de crímenes respaldada por los medios

por bajurtov

Los dos nuevos asesinatos de niños pequeños por sus propias madres, forman parte de una epidemia, de la cual es parcialmente responsable el periodismo israelí y sus medios de comunicación.

No cabe duda, que todos los casos tienen como protagonistas a personas que vivían una situación límite, aunque lo disimularan ante su entorno social, y los motivos que las llevaron a matricidio deben buscarse y encontrarse en la compleja conformación psíquica de sus autores.

Sin embargo, hay una suerte de legitimidad que brinda la amplia cobertura de los casos anteriores, aunque no sea esa ni la intención ni lo que los medios expresan en forma explícita, o incluso si condenan los hechos en forma enérgica y categórica.

La legitimidad parte del hecho de que en esas situaciones límite que viven algunos de los parricidas potenciales, cuando constatan que hay otros que sufren de lo mismo y que han dado el paso que consideran tabú, se sienten respaldados y amparados en una suerte de normalidad de lo anormal y consideran, de manera retorcida, que la oscura obsesión que incubaban no es propia de un monstruo sino de un ser humano.

Es verdad, los medios de información están para informar, ese es su deber y es ineludible. Se trata aquí de una cuestión de proporciones, no de censura, y de una responsabilidad que a los medios les gusta eludir aduciendo que no es su función la de velar por la salud mental de la población o por su seguridad, y para ello hay otras instancias.

Con argumentos de ese tipo, además de la responsabilidad no tan indirecta por los casos sucesivos de asesinatos de niños, los medios de difusión y sobre todo los que ingresan a los hogares sin preguntar, como son la radio y la televisión, han ayudado a crear miedos y pánico en una amplia población de niños, que ven con espanto cómo los que ellos consideran que deben ser sus protectores se convierten en sus verdugos.

Los padres y demás familiares hacen lo posible por explicar que se trata de casos extremos y patológicos, pero no siempre logran tranquilizar a niños que oyen y ven a vecinos de los victimarios diciendo que eran padres amantes y protectores, tanto como cualquiera otros.

Incluso si es verdad que los medios tienen el deber de informar, seguramente no tienen ninguna obligación de alimentar el morbo de la población que desde sus más bajos instintos pide que se le permita cumplir el rol de mirones, en escenas de violencia que se ofrecen como las más baja pornografía.

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