Lo que Israel espera realmente de China y la India

por edwin2295

Reunión de los primeros ministros de Israel y la India

Por Evelyn Gordon 

La semana pasada, en Foreign Affairs, Rory Miller cometió el clásico error de usar datos exactos para llegar a una conclusión errónea. Proclamó alegremente el fracaso de Israel a la hora de convertir unos florecientes vínculos económicos con la India y China en capital diplomático; afirmó que, aunque Israel había esperado que dichos vínculos “ayudaran a asegurar un mayor apoyo internacional” a sus posturas, en realidad los otros dos países han mantenido unas firmes políticas pro-palestinas. Pero aunque Miller tiene razón respecto a las políticas de las dos potencias asiáticas, se equivoca por completo en lo relativo a las ganancias diplomáticas que Israel esperaba obtener de estas relaciones.

Por ejemplo, Miller hace hincapié en el hecho de que China siga votando contra Israel en la ONUsobre cualquier cuestión imaginable. Pero habría que ser idiota –algo que no son la mayoría de los políticos israelíes de primera fila– para esperar que hiciera otra cosa.

Hacer que China se pase al bando pro-israelí podrá ser posible cuando el gigante asiático se democratice (si es que lo hace), ya que es uno de los pocos países en los que la opinión pública se inclina del lado israelí. De hecho, como señalaba el mes pasado el periódico australianoBusiness Spectator, China se contaba entre los pocos lugares del mundo en los que Israel estaba ganando la guerra de las redes sociales durante los combates de este verano en Gaza. Y, desde luego, tiene sentido que el Estado israelí cultive este apoyo público con vistas al día en que se produzca la democratización. Pero, ahora mismo, China sigue siendo una dictadura comunista que considera a Norteamérica su principal rival en política exterior. Así pues, mientras Washington siga (afortunadamente) siendo el principal valedor de Israel en la ONU, es natural que Pekín siga estando del lado antiisraelí; no porque le importe enormemente la causa palestina (algo que, a diferencia de Miller, no creo que haga), sino porque le importa la causa antiamericana.

Pese a unos crecientes vínculos con Washington, la India también tiene una larga tradición antiestadounidense, así como una gran minoría de población musulmana. Por tanto, Nueva Delhi nunca ha sido tampoco un candidato probable a prestar su apoyo en la ONU.

De hecho, Miller no cita a ningún político israelí que haya albergado en la práctica unas expectativas tan irreales. Simplemente asume, basándose en vagas perogrulladas, como “la diplomacia puede seguir a la economía” (pronunciada por Naftalí Bennett), que deben de haber albergado tales esperanzas.

En realidad, Israel está buscando un beneficio muy diferente en política exterior a partir de sus vínculos comerciales con China y la India; uno que nunca ha declarado explícitamente, por muy buenas razones: lo que quiere es una póliza de seguro económico frente los países europeosque aún considera oficialmente sus aliados.

Actualmente, la Unión Europa supone aproximadamente un tercio de las exportaciones israelíes. Ello supone una peligrosa vulnerabilidad, porque Europa es el lugar del mundo donde Israel afronta un riesgo real de boicots y sanciones económicas. De acuerdo, en realidad pocos líderes europeos quieren eso; consideran que las relaciones económicas con Israel son mutuamente beneficiosas. Pero, en general, los líderes europeos son bastante más pro-israelíes que sus públicos, y, como los países europeos son democracias, la opinión pública cuenta.

Hasta ahora, el sentimiento popular antiisraelí sólo ha provocado sanciones marginales, como las aplicadas a las exportaciones israelíes procedentes de la Margen Occidental (un porcentaje insignificante del total del país). Pero Israel no puede descartar la posibilidad de que la opinión pública llegue a provocar unas sanciones más rigurosas si Jerusalén sigue negándose a someterse a las exigencias europeas sobre la cuestión palestina que van en contra de su seguridad. En resumen: Israel podría verse algún día ante la dramática necesidad de elegir entre sus necesidades económicas y sus necesidades en materia de seguridad… a menos que puedadiversificar su comercio lo suficiente como para poder capear las sanciones de la UE, si es que éstas llegan a imponerse.

Y eso es justo lo que Israel pretende de China y la India, dos naciones con un historial de no permitir que las desavenencias políticas interfieran con los negocios: si puede reforzar su comercio asiático lo suficiente como para reducir su dependencia económica de Europa, estará en una posición mejor para poder resistir presiones europeas para que adopte políticas contrarias a su supervivencia.

Está por ver que Israel logre este objetivo. Pero si lo hace será una victoria diplomática de importancia sin igual, incluso si nunca consigue que China o la India lo apoyen en una votación de la ONU. 

Fuente: El Medio

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