MARRUECOS | Paraíso y barra libre
El alcohol en Marruecos, una rentable tentación
- La Ley sólo castiga al que lo dispensa si el que lo adquiere es musulmán
- Cada año se registran más de cuatro mil muertes en la carretera
Erena Calvo | Rabat
«¡Ah no, en mi taxi no subes con todas esas cervezas!». Ahmed es uno de los taxistas que esperan cazar a algún cliente en el Marjane �supermercado que controla el rey Mohamed VI- de las afueras de Rabat; pero prefiere perder una carrera que incurrir en el pecado. Mientras escucha absorto la oración en la radio de su pequeño automóvil sigue negando con la cabeza y lanzando miradas de condescendencia.La prohibición de las bebidas alcohólicas se menciona hasta tres veces en el Corán. Y, según sus escrituras, «la ira de Dios recae en el que destila el alcohol, en quien lo bebe, quien lo transporta, la persona para la que ha sido transportado, quien lo sirve, quien lo vende, quien utiliza el dinero producido por él, quien lo compra e incluso quien lo compra para otra persona».
‘El consumo de alcohol te aleja del Paraíso’
‘El consumo de alcohol te aleja del Paraíso’
Ahmed lo tiene claro. «El consumo de alcohol te aleja del Paraíso». Sin embargo, bien cerca, a sólo unos metros de donde tiene aparcado su taxi, decenas y decenas de sus compatriotas se apresuran a cargar en sus cestas botellas de vino, ron, ginebra o cervezas. Las colas en la bodega del Marjane son interminables. Cómplice, la cajera, esconde la preciada mercancía en bolsas de plástico negras para que la transgresión no quede a la vista.
Alcohol, ‘espíritu maligno’
Pero si el Corán prohíbe el consumo de bebidas espirituosas, la Ley marroquí en cambio sólo castiga al que lo dispensa si el que lo adquiere es musulmán. Lo cuenta Saad Eddine el Otmani, líder destacado del Partido islamista Justicia y Desarrollo (PJD). «La Ley no prohíbe el consumo, sino la venta a los musulmanes», dice al tiempo que explica que «nuestra religión sí que nos impide beber alcohol; pero no el Gobierno. El Gobierno no está obligado a actuar en todas las prohibiciones que establece el Corán».
Krivam, líder religioso de Casablanca, no está de acuerdo y razona que si el Islam pena el consumo es «porque cuando ingieres alcohol se pierde la razón». Para rezar es necesario estar consciente, «saber qué estás haciendo». Y el Corán, por ello, se manifiesta en contra del consumo. «En el plano oficial -continúa-, el Gobierno permite la venta y argumenta que va dirigida a los extranjeros, a los turistas; la realidad, en cambio, es que los bares están llenos también de marroquíes».
‘Se producen al año más de cien millones de litros de bebidas alcohólicas y cientos de locales los dispensan’
Paradójicamente, la palabra alcohol tiene origen árabe y se puede traducir como espíritu maligno. Y más, el proceso de destilación de las bebidas alcohólicas lo descubrió Jabir Al Hayyan, un alquimista árabe. Krivam señala que quien no beba en la Tierra será recompensado en la otra vida: «En el Paraíso, quien entre en él, encontrará bellas mujeres y castillos, y ríos de leche, de agua potable, de miel y de vino, y podrá beber de ellos». Pero en la Tierra, en Marruecos, se producen al año más de cien millones de litros de bebidas alcohólicas y cientos de hoteles, discotecas y bares los dispensan. Joseph, encargado de un céntrico local francés de Rabat, cuenta que hay mucha permisividad.
Relata que la licencia para vender alcohol es gratuita, pero que está obligado a pagar todos los años unas tasas del 5% del negocio que obtenga con las bebidas espirituosas. «Oficialmente, según la Ley marroquí que data de los años cincuenta del siglo pasado, tengo prohibida la venta de alcohol a musulmanes; pero en la práctica hay mucha tolerancia».
Peligro en el asfalto
Todas estas contradicciones llevan a que muchos marroquíes consuman alcohol sin ningún control, se quejan los islamistas, porque no se multa al que lo consume si no al que genera desórdenes en la calle por ir ebrio. La multa oscila entre los 25 y 30 euros. Un gran peligro en un país que, con la mitad del parque móvil que en España o Francia, registra cada año más de cuatro mil muertes en la carretera; a once por día de media.
«Es necesario introducir los test de alcoholemia. Es esencial vigilar las carreteras porque muchas muertes tienen su origen en conductores alcoholizados», considera.
Como dice Otmani, religión y Gobierno no tienen por qué seguir caminos paralelos. Sobre todo cuando estamos ante un negocio como el del alcohol que deja miles de dirhams de tasas e impuestos en las arcas del Estado. El limbo que hay entre el Paraíso y la barra libre hace del alcohol en Marruecos una rentable tentación.
Fuente: El país